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sábado, 30 de junio de 2012

Hasta Kiev

Recordemos donde se inició todo, porque siempre es bueno mirar al pasado, y si es un pasado glorioso, más aún. Nombres que nunca olvidaremos como los del Ernst Happel, aquel estadio en el que Torres igualó a Marcelino; o Iniesta, que hizo que 40 millones de españoles saltaran al unísono; o Luis Aragonés, el míster, sí, el míster, porque él fue el que seleccionó a los 23 de Viena; o  Cesc, un Cesc que ya lucía el 10 en su camiseta roja y que, por aquel entonces, también marcaba quintos penaltis; o Pedro, sí, un chaval de Abades, en Tenerife, y que en una semifinal de un Mundial descolocó a toda  Alemania; o Del Bosque, el míster, sí, el míster, porque al igual que Luis, él seleccionó a otros 23, a los de Johannesburgo; o Casillas, el mismo que detuvo a Paraguay, a Rusia, a Holanda o a Italia; o el Soccer City, un estadio en el que Xabi Alonso recibió una patada en el pecho y en el que Casillas alzó al cielo nuestra primera estrella; y por qué no acordarse de los Lahm, Lehamn, Buffon, Di Natale, De Jong, Heitinga, Robben, Van der Vaart, Stekelenburg, o Webb.

Cuatro años, han pasado cuatro años, y volvemos al principio, Italia. Aquella vez fueron unos cuartos, era romper una maldición o seguir siendo un equipo de eso, de cuartos. Ahora es distinto, es continuar la historia, escribir en castellano en el libro del fútbol mundial algo que nadie ha escrito nunca. La tercera seguida - Alemania Occidental ya consiguió llegar a tres finales seguidas, pero tras ganar la Eurocopa del 72 y el Mundial del 74, Checoslovaquia, o Panenka con su penalti, le arrebató la gloria en la final de la Eurocopa del 76 -, ante esa selección con la que acabamos con aquel 'equipo de cuartos'. Si ya los eliminamos una vez, ¿por qué no vamos a poder de nuevo? El problema es que no pudimos, ni hemos podido nunca, siete veces hemos jugado contra Italia en una Euro o un Mundial y no hemos ganado ninguna, solo los hemos eliminado gracias a los penaltis en 2008. Ni siquiera en esta Eurocopa pudimos hacerlo, empatamos.

Nunca le habíamos ganado a Francia, tampoco, y esta vez se consiguió. Ganar está claro que no es cuestión de si ya lo has hecho o no, pero puede ser un factor que afecte a la moral de los futbolistas, como también puede afectar a la moral la tanda fatídica de Viena. En esa tanda Casillas detuvo a De Rossi y a Di Natale, ambos siguen en la squadra azzura, y querrán redimirse. Lo que quizás no recordemos es que esa Eurocopa era la segunda que hacían dos países conjuntamente y que Xavi dio un recital que le valió para ser el mejor jugador del torneo; o que el balón oficial se llamaba 'Europass'; o que Villa, ausente en este europeo, fue el máximo goleador del torneo tanto en 2008 como en 2010 (dónde anotó los mismos que Müller). Un 2010, en el que nuestra selección se instaló en Potchefstroom, en la que el balón del torneo fue el famoso 'Jabulani'; en la que Forlán fue nombrado mejor jugador del torneo por encima de Don Andrés, ese albaceteño que nos dio la gloria; en el que Suiza nos marcó el camino a seguir con aquel toque de atención; en el que Alemania llegaba a semifinales marcándole cuatro goles a Inglaterra y otros cuatro a Argentina en uno de los mejores partidos que ha jugado la selección germana y Puyol, también ausente este mes en Polonia y Ucrania, se elevó por encima de toda la defensa alemana para meternos en la final del Mundial.

Quizás, y solo quizás, recordemos que Buffon le detuvo un penalti a Güiza en aquellos gloriosos cuartos; que Senna formó la pareja perfecta de Xavi en el centro del campo; que Sergio García estaba en ese equipo y que jugó un partido; que Villa, en la semifinal ante Rusia, tirando una falta notó un dolor que le impidió jugar la final, un dolor que sufrimos todos; o que Torres adelantó a Lahm por la derecha en el minuto 32, cuando nadie confiaba en que llegara a ganar ese balón, para elevarlo luego por encima de Lehman; o que, en la celebración, Palop lucía la camiseta que Arconada llevó en la final de 1984 ante Francia; o que, aunque parezca que no, era nuestra segunda Eurocopa tras la de 1964.
Quizás, y solo quizás, recordemos el nombre de Fernandes, aquel jugador que marcó el gol de la derrota ante suiza; o el de Justo Villar, el portero por aquel entonces del Valladolid, que le paró un penalti a Xabi Alonso, o el número 19 de España, el de Llorente, que salió ante Portugal y consiguió sorprender a la defensa lusa; o que los porteros se quejaron una y otra vez del balón; o que Nelson Mandela apareció en un carrito por el Soccer City antes de la final; o de la camiseta que honraba a Jarque que sacó Iniesta a relucir tras hacer historia; o que Blatter, bufanda blanca al cuello, se asustó al ver a Iker subirse al borde del escenario donde iba a levantar nuestro primer Mundial.

Y por qué no, habrá que recordar más nombres en nuestras cabezas, como el de Sergio Ramos, que se atrevió a tirar un penalti emulando al mítico Panenka; o el de Slavek y Slavok, las mascotas de esta Eurocopa; o el de Jordi Alba, que sorprendió a toda Europa consagrándose como el lateral izquierdo de la selección; o del absurdo, pero muchas veces enriquecedor, debate del '9'; o a Italia, la que empezó todo; o que en el partido 143 de nuestra historia en las Eurocopas hicimos historia, y, por qué no, recordaremos el Olímpico, Ucrania, el azul, el amarillo, y Kiev.

domingo, 24 de junio de 2012

Andrés y David

El balón, esa esfera de cuero que todos ansían tener y colocar en el fondo de las mallas rivales. Agraciados son aquellos que lo consiguen, algo que muchos llaman 'la suerte del gol'. Aunque, en el fútbol, no todo es marcar. David sabe lo que quiere, y lo que quiere es tener la pelota atada a sus pies, al igual que Andrés, y si uno no la tiene, mejor si la tiene el otro. No suelen regalarnos goles normalmente, solo cuando más lo necesitamos, atan la pelota a sus pies y crean el fútbol de España, ellos ponen el ritmo, la esencia, el toque. Llenan nuestro paladar de cucharadas de un fútbol estéticamente inigualable e inalcanzable para los demás mortales. Un fútbol que ellos conocen y que practican para divertirse.

Si uno está feliz, el otro también. La grandeza no se las da su altura, sino su inteligencia. Futbolistas como ellos hay pocos y en España llevan la voz cantante en un silencio demoledor. Apenas se les oye, están siempre fuera de los focos pero una vez dentro del campo no paramos de repetir sus nombres. No buscan perforar las porterías rivales, buscan la suavidad del balón, su contacto, el placer que recorre tu cuerpo al controlar el balón con la bota y cedérselo al otro, David para Andrés y Andrés para David. Provocan desajustes y falta de entendimiento en las zagas rivales, algo que aprovechan los demás. Saben que si uno no está bien, lo estará el otro. Pero también saben que si los dos están, no hay nada, ni nadie, que evite  que ellos controlen el balón a su antojo, que logren dar los pases, hacer los regates, controlar el tempo del juego como solo ellos saben.

martes, 12 de junio de 2012

La cabeza de la historia

Era el primero, no era uno cualquiera y como toda primera vez, fue especial. Ucrania jugaba en casa, ante su gente hacía su debut en una Eurocopa. Sin duda, la historia aparecía por Kiev para encumbrar el esfuerzo de una de las personas que más lo merecía, Adrei Shevchenko. Tras cinco años en su Ucrania natal viajó a Italia, a Milan, para elevar al cielo el mayor torneo de clubes que un futbolista puede soñar, la Champions League, y, además, lograr ser el mejor jugador consiguiendo el Balón de Oro. Tras seis gloriosos años en la Lombardía italiana y habiéndolo ganado todo, cambia la pasarela de Milán por el té del atardecer londinense, desembarca en Londrés. Inglaterra disfrutó muy poco de uno de los delanteros más eficaces de la última década. La edad no perdona pero antes de su llegada a las islas, comenzó su verdadera historia, la historia de Andrei con la selección nacional.


Ucrania, por primera vez, llega a la Fase Final de un Mundial. La repercusión es enorme y en el país se confía en que el que fuera mejor jugador de Europa en 2004 logre que su selección siga haciendo historia. Shevchenko es un hombre cumplidor y como cualquier hombre cumplidor, no defrauda. 
Berlín, Alemania, ciudad de culturas y en la que Andrei consigue que en la primera participación de Ucrania en un Mundial, ésta pase a octavos con un gol de penalti ante Túnez y no en otro estadio que en el que se disputaría la final; el Olímpico de Berlín. La suerte le es esquiva en octavos y Andrei falla el primer penalti ante Suiza en la fatídica tanda desde los once metros. Pese a ello, su selección pasa a cuartos, donde es eliminada por la futura campeona, Italia. Pero ese Mundial fue un logro para los ucranianos y Andrei, con dos tantos, se convirtió en el máximo goleador de su selección en los Mundiales. La gloria sube tan rápido como baja y Shevchenko, tras el maravilloso Mundial de Ucrania  pasa por el Chelsea de puntillas, y tras un año entre Italia e Inglaterra sin demasiada participación decide volver al principio, Kiev.



Sí, su principio es Kiev y ayer fue también la ciudad que lo encumbró a lo más alto del fútbol ucraniano. Con el Dínamo de Kiev revive esa vena goleadora perdida en la neblina londinense y vuelve a levantar un título. Pero Andrei sabía que lo mejor, aún estaba por llegar. Apenas tres goles con Ucrania antes del partido europeo más importante no le quitaban el sueño, se lo quitaba el debut, la primera vez. Como en el 2006 en Alemania, Andrei se preparaba para seguir escribiendo su nombre en la historia de su país, pero esta vez era, si cabe, más especial, esta vez, era en Kiev. Y ahí, en casa, Andrei se elevó por encima de la envergadura del defensa sueco para entrar de nuevo en la historia, había marcado el primer gol de Ucrania en una Eurocopa y lo había hecho como lo hacen las grandes mentes, con la cabeza. Pero, para él eso no era suficiente, Andrei sabía que podía dar más, corrió hacia al primer palo en un córner y dejó atrás a la estrella rival, cabeceó. Éxtasis, gloria, sonrisas, lágrimas, toda Ucrania estalló en el mayor júbilo que jamás podrían haber imaginado, gracias a él, a Andrei.

sábado, 9 de junio de 2012

El nueve ruso


Advocaat continúa con aquel sistema utilizado por Hiddink que tanto éxito tuvo en la última Eurocopa. Un 4-3-3 en el que los tres delanteros tienen mucha movilidad, algo que ayer quedó patente en el partido ante la República Checa. Dzagoev puso la magia, Arshavin el toque y Kerzhakov el desgaste. El delantero del Zenit luchó con los defensas checos hasta la saciedad y los dejó agotados. Alexander sabía cual era su trabajo, y cumplió. Corrió, se ofreció, recibió, chutó...y falló. El único pero del 11 ruso fue ese, su poco acierto de cara a gol. Su partido fue de nueve, bajando incluso al centro del campo para ayudar a los Shirokov, Zyryanov y Denisov. Por ello, Advocaat se lo recompensó dándole descanso en el 73'. Pero su descanso también pudo sembrar la duda.

Roman ingresó en el terreno y destrozó, si aún quedaba algo, a los centrales de una Chequia ineficaz en la parcela trasera. El que martillara las porterías de media Europa en 2008 volvió por sus fueros y terminó el trabajo que había empezado su compañero. Pavlyuchenko asistió al mejor del partido en el tercer gol de los exsoviéticos y cerró el marcador. El rubio de Mostovskoi revolucionó el ataque ruso, continúo el trabajo de Kerzhakov, ayudó al equipo a mover el cuero y lo introdujo en el fondo de las mallas de Cech, algo que tanto le costó a quien sustituyó. Es verdad que ya la defensa no podía más pero ayer, el 14, ganó.