Siempre ha habido grandes ilustres, personajes que abarcan los focos, esos seres que son mediáticos por carácter, por actos o, simplemente, por estar en ese momento a la hora adecuada. Figuras que son omnipresentes y que hacen olvidar al resto de los actores. Las estrellas no siempre fueron apuesta ganadora, es más, muchas acabaron estrelladas. Ahí, en ese momento de la decadencia, de lo que parece el fin de una era, el fin de todo lo que prometía, aparecen ellos. No para ocupar el lugar de los ilustres, ni para ser lo que ellos fueron, todo lo contrario. La figura del secundario siempre estará ahí, implacable. El actor secundario es quien aguanta todo tipo de argumentos incoherentes sin elevar la voz, sin poner en duda el poderío mediático. No lo desea. Pero, cuando todo cae está ahí. Sin más. Como la voz en off que narra el argumento de lo que va a suceder a continuación. El que marca el camino. Por él pasa todo. Él sirve en bandeja de plata las balas y guarda, siempre, una en la recámara.
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Oscar se distingue de Óscar por algo más que un acento, pero sus semejanzas también son más que las de la escritura. Les separan nueve años y dos centímetros. Oscar dos Santos nació en Brasil y empezó en el fútbol profesional cuando Óscar ya levantaba un doblete en la cuna de la civilización occidental. El brasileño inició su periplo profesional igual que el español, en primera. São Paulo no es un club en el que el joven futbolista pudiera actuar a su antojo y en dos años apenas jugó. Sin embargo, en 2010, tomó la decisión que le ha catapultado a ser el mayor actor secundario brasileño del momento. Cambió São Paulo por Porto Alegre, recaló en el club que tan solo cuatro años antes había doblegado al Barcelona de Rijkaard en la final de la Copa Intercontinental. En el Internacional, fue la sombra de Leandro Damião, el segundo jugador del equipo pero, como Óscar en Valladolid, el más trascendente. El segundo delantero sigue estando infravalorado, el mediapunta sigue sin ser ese jugador al que se alaba por ser quien es, el conductor de la nave ofensiva de un equipo. Oscar supo de su importancia y, como actor secundario salió de Brasil, justo cuando se hablaba de Neymar y de Lucas Moura, los actores principales del momento. Él seguirá en su rol. Sin embargo, una vez más el cambio le ha sentado bien al nacido en São Paulo. Llegó a Londres y se acopló al juego europeo tan rápido como Napoleón perdía sus tropas en el frío ruso. Pero este Chelsea parece ideal para los actores secundarios. Mata, Hazard y Oscar. Los secundarios por antonomasia de la liga inglesa no tienen actor principal. El actual Chelsea es la película sin estrella, la pistola que solo tiene la bala en la recámara, esa bala que ostenta Oscar.
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