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jueves, 7 de marzo de 2013

La oportunidad de levantar al Bernabéu entre palos

Nunca sabrás que te depara el futuro, ni siquiera el futuro más cercano. Hoy puedes estar desmoralizado y ser un desafortunado que mañana, tal vez, el azar te tenga reservado un sitio en la gloria. Porque, por más que los busques, los mejores momentos llegan cuando menos te lo esperas. Y así, sin más, un intento de despejar un balón generó la mayor oportunidad.
Diego López no disfrutaba en Sevilla. El lucense había desembarcado en la ciudad de la Giralda para brillar como lo había hecho años antes en el pequeño pueblo de Vila-real. Diego incluso había obligado al hombre que paró al Barça en el Camp Nou a emigrar. Sin embargo, las cercanías del Guadalquivir no le sentaban bien. Angustiado y relegado al banquillo, quien llegara a evitar goles en la Liga de Campeones y consiguiera un subcampeonato de Liga, estaba siendo olvidado. Llegó para seguir creciendo pero estaba siendo olvidado. Hasta que una noche de miércoles el tiempo se detuvo. Él no lo sabía pero se le habían abierto las puertas del club de su vida, aquel por en el que aprendió lo que sabe y del que tuvo que salir por culpa del mismo que ahora le hacía volver. Casillas caía para elevar a Diego a la portería de un Madrid convulso. Con 31 años, le había llegado el momento.
Dos días después de aquella noche, Diego López era presentado en el Santiago Bernabéu. Suplente en el Sevilla, el guardameta gallego llegaba a Madrid de puntillas y con Adán titular. El hasta ahora competidor de Iker ya le había quitado el puesto al capitán en más de una ocasión. Sin embargo, Mourinho tenía reservada la suerte para el recién llegado. Petición expresa del portugués, Diego era el elegido. Una vez más, como si nunca si hubiese ido, sustituiría a Casillas.  Pero ahora iba a ser distinto. Creció, se hizo grande. Recordó por qué había estado ya en la casa blanca y la razón por la que Mourinho confiaba en él. 
Su primer partido fue ante el Barça, en Copa del Rey. Para eso había llegado. Para contrarrestar la inexperiencia de Adán en partidos grandes. Y, como si de una premonición de lo que le iba a pasar a partir de ese momento, cumplió. Paró a Dani Alves, a Messi y a Jordi Alba. Desde entonces ha brillado cubriendo la portería merengue. Desde entonces, y hasta el pasado martes. Diego viajaba a Old Trafford por segunda vez en su vida. Ya sabía lo que era parar al Manchester United. Tévez también. Y Ferguson, que incrédulo lamentaba una tras otras las intervenciones del meta. Diego voló en el Teatro de los Sueños. Sostuvo el aliento de 76.098 almas. Se quitó de encima a Rooney, evitó a Van Persie y, por dos veces, paró a Vidic. 
Casillas ya está en el banquillo pero parece que Diego López tiene claro su papel. El portero gallego pretende que el capitán madridista siga sentado como estuvo él en Sevilla. Diego le ha dado la vuelta a las tornas. Ahora es él el que evita que Iker juegue. Aunque eso sí, la última palabra de si Diego seguirá disfrutando de ese sitio en la gloria la tiene quien lo puso ahí, José Mourinho.